La rifa del tigre
Xalapa me recibió con una noticia: Ya tenemos gobernador electo. Y aunque el resultado no fue el que yo (y una tercera parte de los veracruzanos) hubiera deseado, las noticias no fueron tan malas, al menos no fueron los panistas quienes se llevaron el botín. No es que las cosas no sean malas, nada de eso, pero podrían haber sido peor. En fin, ya tendremos tiempo de sobra para hacer predicciones, prender veladoras y sufrir seis años la próxima administración.
Durante mi acostumbrada estancia semanal por las tierras de Don Cirilo, pude leer algunos artículos más sobre el pleito casado entre el Peje y el Botudo aquel que engaño a la mayoría de mis conciudadanos hace ya 4 años. Lamentablemente ese mitote sigue ahí, por más que hice el intento de ignorarlo, sigue sin marcharse, sin resolverse y causando polémica, ganado volumen mientras avanza cual bola de nieve cayendo por una pendiente. Tenía la esperanza de que, si cerraba las ojos (y los oídos) a este particularmente escabroso tema, este cumpliría su ciclo vital y desaparecería dejando espacio para asuntos verdaderamente importantes para la vida nacional. Pero no fue así, las malas noticias, los malos gobiernos y los pleitos de lavadero entre partidos no desaparecen con solo cerrar los ojos, requieren de voluntad para resolverse, y eso, lo saben bien, no se da muy bien entre los políticos mexicanos. Esperemos que pronto se arreglen aunque sea en lo obscurito, y otorguen un respiro a nuestros cansados sentidos.
Por otra parte, comienzan ya los preparativos para las elecciones del próximo sexenio. Se anticipan malos tiempos para el ciudadano, porque si padecimos de, campañas sin propuestas concretas, malos candidatos, excesiva publicidad y un mar de promesas imposibles en las elecciones estatales, imagínense lo que nos espera cuando llegue el tiempo de elegir a los que van “por la grande”. Dos años podrían parecer mucho tiempo, pero la competencia ha comenzado desde hace un buen rato y hasta el momento ya ha tenido muchos descalabrados, la lista de “presidenciables” se nutre y decrece día con día. Si bien los empujones, zancadillas, descalificaciones y trapitos al sol, son cotidianos, vaya usted a saber de todo lo que no nos enteramos. Por el lado del tricolor se dice que Don Miguel ha perdido posibilidades, todo pareciera que esta vez, el Madrazo será seguro para los electores, aunque habría que esperar y ver si los “ni tan extintos” dinosaurios tiene otra carta bajo la manga. Por el lado del blanquiazul la cosa esta más difícil, no ganaron los Estados que podrían haber sido de gran apoyo en la próxima reyerta, y tendrán que buscar entre sus filas un mitómano mejor que el anterior, confiarse en el uso del presupuesto federal para ganar las elecciones, o de plano apostarle a la pobre memoria a corto plazo, tan común entre el pueblo mexicano. En el partido del sol naciente (¿no será decreciente?) la cosas tampoco están tan sencillas, su candidato con más posibilidades no ha salido bien librado de la pelea política, muchos de sus integrantes han sido desacreditados, y por si fuera poco Don Cuahutemoc amenaza con secuestrar la candidatura. En este muy particular caso, habría que decidir entre reconocerle el tesón o de plano reconocer una muy enraizada obsesión.
En vista de que al momento de votar la mayoría de los ciudadanos no se dejan llevar por la preparación y desempeño de los candidatos, sino por el “papel” protagonizan y tomando en cuenta que la política mexicana se ha convertido en un gran espectáculo de mucho rating, me atrevería a hacer una absurda proposición: podríamos organizar un reality show, algo así como un Big Father. La mecánica consistiría en encerrar a los posibles candidatos, políticos, actores, bailarinas de table dance, deportistas, comunicólogos, lideres de opinión, conductores de noticieros, prometedores empresarios, primeras damas, en fin las posibilidades son casi infinitas, lo único que debemos de asegurar es el rating para que las televisoras den luz verde al proyecto. Por el perfil de los participantes no han problema, podemos creer que cualquier persona estaría calificada para gobernar este país, si tiene muchos pantalones y (dice que…) sabe como hacerlo, ¿no?
Así, a lo largo de los próximos dos años, tendríamos la oportunidad de conocer a detalle a los susodichos y susodichas que aspiren a la presidencia, imagínense los preciosos momentos que compartiríamos de sus vidas, conociendo sus debilidades y fortalezas, sus dotes de liderazgo y capacidad de improvisación, sus escándalos amorosos serían prontamente reconocidos y perdonados, mientras que podríamos ver las técnicas de complot y juego en equipo. Como podrán ver, es una idea de pan y circo tan buena que garantiza que la población mexicana pase interminables horas frente el televisor sin tener que reflexionar lo cual cumple los requerimientos de cualquier barra de programación que se precie de serlo. Tal vez debería de salir corriendo a patentar y registrar la idea antes de que algún visionario me la gane. Por mi parte me despido y los dejo con la ardua tarea de escoger a los candidatos y candidatas para dicho programa, y aunque dicha elección es muy personal, les recomendaría a mi muy particular opción: el tan querido y respetado Brozo. Después de todo, ¿que tiene un payaso mal hablado, criticón, a veces absurdo y veces agudo, con tiempo en televisión, que no tenga ya nuestro presidente en turno? Se los dejo de tarea.
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