Monday, November 29, 2004

Su imagen y semejanza

Muchas veces se nos ha dicho que Dios nos hizo a su imagen y semejanza. No sé si fue para justificar la forma física que los seres humanos poseemos y evitar un posterior cuestionamiento a la misma; o si únicamente fue un recurso para situar los límites —al parecer infinitos— de la obra divina. Lo que sí sé, es que esas palabras me han dado mucho que pensar, en muchas ocasiones y de variadas maneras. No quiero ahondar en los motivos religiosos de ésta muy personal reflexión, puesto que es demasiado lo que se podría discutir y argumentar al respecto sin llegar nunca a un acuerdo; mejor aún, pretendo compartir algunas ideas que se me han ocurrido con el tiempo.

En mi personal y particular forma de pensar, espero que Dios no nos haya hecho a su imagen y semejanza, ya que —en mi opinión, esto no hablaría muy bien de nuestro mutuo creador y nos daría un muy pobre ejemplo de lo que su trabajo puede llegar a ser. Las razones de esta opinión saltan a la vista de cualquiera que pueda y quiera observar la situación de mundo. Basta con mirar un momento. ¿Se han dado cuenta de lo que el ser humano puede hacer o dejar pasar?, pareciera no haber límite a lo mal que podemos hacer las cosas, sin importarnos lo que podemos echar a perder en el trayecto de nuestras ambiciones, la mera posibilidad de conseguir lo que deseamos, basta para que nos hagamos d el avista gorda y propiciemos incidentes que, de ocurrirnos a nosotros mismo, serian considerados lamentables. Y para acabar de empeorar las cosas olvidamos el hecho de que cada mañana nos brinda una oportunidad para enmendar los errores pasados, y ya no digamos enmendarlos, al menos verlos, aceptarlos, comprenderlos.

Siguiendo la anterior línea de razonamiento, son duda llegaríamos a la conclusión de que nuestro creador es un ser egoísta, tramposo, corrupto, chapucero, insensible, cruel, infiel, cobarde, ambicioso, enojón, intolerante, inconsciente, sarcástico, etc. Todo lo anterior quedaría a pedir de boca, ya que justificaría la forma en que los seres humanos ―no todos, no siempre, lo sé― somos y actuamos. ¿Qué somos, si no su obra, su reflejo y su mayor creación? Y si, únicamente somos un resultado, eso nos liberaría de todos nuestros pecados —o culpas como tengan a bien llamarlas—, ya no seriamos responsables de nada, después de todo: si así nos hicieron ¿porque deberíamos cambiar, porque deberíamos siquiera quererlo o intentarlo? Todas nuestras preocupaciones estarían resueltas ¿no? podríamos dedicarnos a vivir sin importarnos los demás ―como comúnmente lo hacemos.

Pero ―siempre hay un pero― yo creo que al contrario de todo lo anterior, nuestro creador, quien quiera que sea, como sea que se llame y dondequiera que este, nos dio la posibilidad de crecer y mejorar con el tiempo, de cometer errores para poder aprender de ellos, de tener la meta de llegar más allá de lo que conocemos, vivimos y sentimos. Hace poco alguien me dijo que no podíamos ser mejores personas porque eso proviene del compararnos con los demás y los demás no somos nosotros, así que no podemos juzgarnos igual. Yo creo que si podemos ser mejores, independientemente de querer compararnos con alguien más quien quiera que sea, yo quiero creer que cada día podemos ser mejores: padres, hijos, amigos, vecinos, compañeros de trabajo, abuelos, ciudadanos, en fin una amplia e infinita posibilidad de cambios posibles que nunca tendrían fin. El ser humano nunca será perfecto, pero siempre será perfectible.

Es ahí donde entra la imagen y semejanza, yo creo que Dios no nos hizo como él, sin embargo nos dio el potencial, con el tiempo y con nuestras acciones, de llegar a ser dioses, parte de ese dios que tanto amamos o tememos, criticamos o alabamos.

Porque, según creo yo, nuestro padre no podría haber deseado menos de nosotros, sus hijos.

¿Qué padre existe que no quiera que sus hijos sean mejores que él?

Para que puedan así, verlo tal y como es, comprenderlo y aceptarlo completamente.

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